sábado, 25 de octubre de 2014

Japón



Lo más lejos que he viajado en mi vida, o por lo menos en perspectiva, porque desde México las horas son las mismas que a Europa, pero en el alma se siente a años luz de distancia. Es un país increíble, lleno de orden y civilidad, básicamente al día 5 aún no sabía lo que le ofendía a los locales, que cabe decir es bastante, comprobado por mi método denominado prueba y error.
Nada mas llegar, me recibió con un tifón, cosa usual en una isla donde pasa de todo y se soluciona como si nada. Pasé 4 horas en un metro recién aterrizada, maleta en mano e ilusión por ver mundo a tope. Así de golpe comenzó la aventura y la conciencia de lo que sería ser analfabeta en este planeta. Pues ahí, encerrada en un tren, alarmada por no entender los avisos de emergencia, ni mucho menos la nulísima expresión de la gente con la que compartía el inconveniente, empezó todo. Lo sé, seguro que en ese momento, me veía tan exagerada ante el hecho, cual Sofía Vergara en Modern Family.
Me llamó mucho la atención que la gente no te mira a los ojos, a cabo de leer que es de mala educación, pues he decir que seguro ofendí a más de uno en ese tren donde no tenía mucho más a donde voltear. La verdad es que a los mexicanos eso de mirar al otro se nos da mucho, pero ahí nada, ahí el autoestima alta chica que nadie te gritará –sabrosa- ni te volteará a ver... tú sabes, vives en México.
En los restaurants, bares, hoteles, calles, baños, you name it, se hace el típico saludo japonés, la verdad terminas un tanto agotado de agachar el cuello ya que estoy segura lo hice incluso en las ocasiones que no era necesario, pero mejor ser educada de más. Yo pues casual, leve inclinación como diciendo, mira soy occidental, give me a break, lo estoy intentando, pero eso sí mi acompañante cual samurai en pelea sagrada, lo que causo la risa sutil de más de uno. Soy muy lindos y educados de verdad que sí. Hay tanto que aprenderles.
Y pues no, no vi comida viva, ni expendios de lencería usada, pero el país de por si es una experiencia en todos los sentidos, creo que la falta de comunicación es lo más duro, incluso mi viajadísimo compañero se sentía agobiado, ni la experiencia de 5 continentes por lo visto, te preparan para ni siquiera poder pedir una cerveza en forma, básicamente comíamos apuntando con el dedo y rogando a Dios, nos gustara el platillo.
La comida es otra historia, desde Tokio a Hiroshima siempre los alimentos me gustaron y aunque uno diga que va ser extremo probándolo todo, la verdad es que si acudí algunas veces a una que otra comida -occidental-, que ya tiene su bizarres en si misma, en ningún lado te salvas ya les digo. De la gastronomía, lo que más me impresiono fue el pescado, del cual no soy fan, es increíble pero no sabe a mar, ya saben ese saborcito diría mi madrina a chuquio, no existe, es como mantequilla que se derrite en la boca y se mezcla con el arroz de manera impresionante, como todo lo que los 5 sentidos reciben en lo que llamo el país elegante de Asía.