Me duelen mis deditos cuando escribo, tengo entumida la conciencia y otros escarchada la visión.
Temo que no vea la verdad, toda mi buena voluntad, ese último destello de sincera lealtad que sólo a mi edad se puede dar, que confunda palabras mal entienda frases y cree una idea fuera de la realidad.
Siempre he pensado que es mejor hablar con claridad y dudo mucho que un blog lleno de metáforas refleje en lo más mínimo mi realidad, nadie debería tomárselo personal.
Lo que sí no puedo negar, es ese miedo a que el tiempo y esta eterna convivencia poco a poco me convierta en él y a él en una versión bizarra de ese complejo ser que resulto ser yo.
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