Estoy deliciosamente cansada y mi agenda de aquí al 30 de noviembre no marca pausa. Queda mucho por hacer, las ideas vuelan, mi corazón se pelea con la instruida de la razón y mis sueños siguen consistentes su paso, intentaré, en lo que resta del año, dar a cada escenario la dedicación y el tiempo adecuado.
Esta tarde pongo música, prendo un incienso, preparo el disfraz que utilizaré en la fiesta que me espera y veo al descendiente sol asaltar este espacio tan mío. Poco a poco, saboreo los detalles del entorno empapado de notas, letras y la nueva escencia que impregna como droga quien mata mis teorías todas y puebla de arrebatos los que deberían ser silencios.
Han sido días felices, días llenos de trabajos escolares, trabajo, búsqueda de y mimitos. Días en los que lucho por no vivir con este espasmo estomacal que me provoca pensar que un día amaneceré con el recuerdo padeciendo la pena de no saber que hacer con los datos gráficos y métricos que he aprendido de su cuerpo. En general, han sido días intensos, días buenos en los que he compartido con mi grupo de amigos momentos gratos que me hacen valorar entre copas y bromas lo afortunada que soy.
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