Tarde mucho en poder visitarte, pero al fin llegué, para dejarte una carta diminuta que a grandes rasgos agradecía el hecho de darme la fantasía necesaria para soportar la adolescencia e implantarme un estilo de vida tan único durante mis 20´s, gracias por mi gusto por el jazz y por los hombres intelectuales en constante búsqueda de la perfección. Sin embargo, ahí cerramos un ciclo ya que como decías en un poema a lo mejor “Siempre fuiste mi espejo, quiero decir que para verme tenía que mirarte.” Y te miré y te leí y hoy por fin veo la vida más sana y menos nostálgica.
Por todo gracias.
Qué vanidad imaginar
que puedo darte todo,
el amor y la dicha,
itinerarios, música,
juguetes.
Es cierto que es así:
todo lo mío te lo
doy, es cierto,
pero todo lo mío no
te basta
como a mí no me basta
que me des
todo lo tuyo.
Por eso no seremos
nunca
la pareja perfecta,
la tarjeta postal,
si no somos capaces
de aceptar
que sólo en la
aritmética
el dos nace del uno
más el uno.
Por ahí un papelito
que solamente dice:
Siempre fuiste mi
espejo,
quiero decir que para
verme tenía que mirarte.
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